TERCER PREMIO - 2009

UNA BATALLA MÁS
MARTA SUSANA DÍAZ


Jessica siente el beso de su hermano en la mejilla. Le acomoda las cobijas y le murmura: “cuidate mucho”. Oye el chirriar de la puerta de chapa y las dos vueltas de llave girando dentro de la cerradura. Sabe que hasta la noche Juan no regresará.
Cartonear da para ir tirando. Si hoy le va bien tienen la comida para dos días.
Se irán arreglando. Por lo menos hasta que al padre lo suelten en la comisaría donde lo tienen detenido por averiguación de antecedentes. Hace tres días que no lo ven.
Con esfuerzo logra contener las lágrimas que pugnan por salir y se levanta.
El ¡tú puedes! del pastor evangélico de la televisión le hace sonreír.
Muchas veces ese ¡tú puedes! la va ayudando a hacer las cosas cotidianas.
En la pieza contigua, cada vez la conversación se oye más fuerte. Ella ya sabe que después siguen los gritos, luego los golpes, el portazo y el silencio.
El hombre tiene los ojos achinados, siempre está sucio y una sonrisa libidinosa se dibuja en su cara cada vez que la ve en el piletón del patio.
Enciende el calentador y pone agua para hacerse un mate cocido. Mientras corta el pan duro, lo desmiga y lo va tirando dentro del tazón. Abre el libro de historia y comienza a leer. Esa tarde tiene prueba.
“La batalla de Vilcapugio fue el primero de octubre de 1813. Belgrano la perdió” murmura.
Las mejores horas las pasa en la escuela con sus compañeras de sexto grado.
A cucharadas va tomando el mate cocido. Mientras, repite: “Ayohuma también la perdió Belgrano. Fue el 14 de noviembre del mismo año”.
“¿Y la de Tacuarí? No. Esa la ganó. Pero fue en 1811. No me acuerdo el mes…
sale a lavar el tazón a la pileta del patio.
“El combate de San Lorenzo fue en 1813 también. Con San Martín iban ciento veinte granaderos y un sargento le salvó la vida. ¿Cómo se llamaba el sargento?”.
Su cuerpo de once años se estremece al sentir que el hombre la empuja violentamente dentro del cuarto. Una mano de uñas renegridas le tapa la boca mientras cierra la puerta con violencia. Un insoportable olor a alcohol inunda la pieza. La arrincona contra la mesa, mientras le arranca la ropa a tirones. La hoja del cuchillo brilla sobre la mesa.
¡Tú puedes!
En la barriga del hombre sólo queda afuera el puño negro del cuchillo.
Cuando Juan regresa la luna ilumina el patio. Jessica está sentada en el suelo, como hipnotizada.
El libro está abierto en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma con sus hojas salpicadas por cientos de gotas rojas.